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Por megafonía se pidió el domingo a la afición burgalesista que se abstuviera de lanzar objetos. Avelino Gómez
El Mirandés es uno de los clubes que más entradas visitantes da al ceder el 13,5% del aforo

El Mirandés es uno de los clubes que más entradas visitantes da al ceder el 13,5% del aforo

Sigue siendo el único estadio donde la afición rival ocupa todo un fondo, hecho que convierte al meta rojillo en visitante

Ángel Garraza

Martes, 25 de abril 2023, 00:05

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Los incidentes que sufrió el portero rojillo, Alfonso Herrero, este pasado domingo con el lanzamiento de un mechero y una petaca, entre otros objetos, por parte de un sector de la afición burgalesista no son nuevos en Anduva. Ya se han sucedido en anteriores ocasiones desagradables episodios con vertidos de escupitajos y de otros elementos desde el fondo que se destina a la afición visitante, que se cede por completo a seguidores rivales. Y es que Anduva es el estadio que, por regla general, sigue dejando más espacio para las hinchadas foráneas a pesar de que desde algunas, incluso, se critique al Mirandés por entender que cede un número escaso de entradas.

Lo cierto es que, como mínimo, el 13,5% del aforo de Anduva se destina a hinchas de fuera, con el riesgo que eso supone (como se comprobó, una vez más, este pasado domingo) y con la certeza de que el portero mirandesista se siente ajeno en su propia casa durante más de 45 minutos al encontrarse justo detrás de él. De forma habitual, exactamente detrás de la portería se ubican los más radicales de los equipos cercanos que visitan Miranda.

El club rojillo envió 777 entradas a Burgos para que ocuparan ese emplazamiento. Ocuparon, principalmente, la grada más amplia (con capacidad para más de 600 aficionados) no la de la esquina, de más reducidas dimensiones, con sitio para apenas 400 espectadores.

Si se tiene en cuenta que el aforo de Anduva es de 5.759 personas, se comprueba que en Miranda es donde se cede, en proporción, más asientos para aficiones visitantes. Salvo excepciones, muy esporádicas y puntuales, como cuando este pasado fin de semana 2.000 seguidores del Albacete se dieron cita en el Estadio de la Cerámica al abrir el Villarreal el campo de Primera División para acoger un partido del filial, no es lo habitual.

El propio Herrero padeció algo parecido ya en el mes de septiembre cuando desde el fondo donde se ubicaban 700 zaragocistas se vertieron escupitajos sobre él. Este domingo, se ha vuelto a evidenciar que se debe poner freno a este tipo de situaciones. En primer lugar, por el bien y la integridad física de un miembro de la plantilla mirandesista. No es de recibo que tenga que sufrir en su propia casa lo que padeció contra el Burgos.

No ya por los cánticos ofensivos que se pronunciaron desde este sector desde el calentamiento (al final, alguno hasta le deseó la muerte) sino por el lanzamiento de objetos. Por fortuna, no impactaron en el guardameta, que pudo celebrar con el resto del equipo y la afición la victoria en el duelo de rivalidad provincial.

Sea como fuere, ya se han repetido, con demasiada frecuencia, las iras de los seguidores rivales en forma de insultos y otras acciones muy desagradables. No parece una situación lógica, ni mucho menos, máxime cuando la distancia entre la grada y el rectángulo de juego en el feudo rojillo ya se sabe que es mínima.

El encuentro ante el Zaragoza se detuvo unos instantes para que el árbitro tuviera conocimiento de este incidente lo que, a su vez, comunicó al club local para que se pidiera por megafonía que no se repitiera. De hecho, el colegiado debutante en la categoría Fuentes Molina (tuvo aquella tarde una buena actuación) lo incluyó en el acta arbitral.

Esa vez, además de vasos de plástico, fueron flemas y salivas, pero es que la temporada anterior por parte también de seguidores maños se tiró un mechero contra Lizoain, entonces el cancerbero del Mirandés. La relación entre ambas hinchadas y clubes es normal, sin que consten incidentes previos. Desde las aficiones del club aragonés, entonces, y ahora desde la burgalesista, se han censurado estos comportamientos que no se pueden atribuir a toda la afición, pero son hechos que no puede sufrir el portero en su propio estadio.

Una situación, cuando menos incómoda, que no tiene su reflejo en otros recintos. Los que tienen más aforo porque reservan, en connivencia con los agentes de seguridad, una zona siempre alejada de las porterías, bien para sentarse en la parte alta del estadio o en alguna esquina. Eibar o Ponferradina, entre otros, sólo dejan una zona apartada del centro para 300 seguidores. La capacidad de Ipurua y El Toralín es mayor que la que tiene Anduva.

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