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Ángel Garraza
Martes, 22 de agosto 2023, 10:12
Tirando de los tópicos que se sacan a relucir en estos casos, la afición rojilla se aferra a que ni hace ocho días el Mirandés iba a ascender a Primera División (está muy lejos de ese objetivo, que no es el suyo) al superar por 4-0 al Alcorcón ni ahora hay que esconderse tras encajar un 3-0 en El Molinón frente al Sporting después de protagonizar una primera parte, en torno a media hora de ese periodo, en la que se vio desarbolado por el conjunto gijonés. Sin embargo, en sólo dos encuentros ya han quedado patentes las dos caras que suelen mostrar este tipo de equipos tan pipiolos y nuevos prácticamente en su totalidad. Alessio Lisci lo ha comprobado.
El Mirandés no es una excepción. La cita que sirvió para poner en marcha el campeonato 23/24 culminó con una goleada favorable en la que el grupo del preparador italiano derrochó efectividad al anotar cuatro goles, destacar por acciones individuales, por la capacidad asociativa de los hombres del frente de ataque y, además, por exhibir una solidez defensiva como bloque, que es lo que le permitió permanecer con la puerta imbatida contra los alfareros.
Apenas se detectaron fisuras y la rentabilidad que dio a sus ataques fue máxima para satisfacción de una hinchada que salió del Municipal viendo ganar a los suyos por primera vez en muchos años en el encuentro que levantaba el telón de la Liga.
Sin embargo, nada de eso se detectó seis días después, este pasado domingo, en Gijón, donde todas esas virtudes se fueron al traste en el cómputo global del partido, principalmente en una primera mitad para olvidar. Ya el arranque del choque, a los 44 segundos, que es cuando los rojiblancos dispusieron de su primera llegada muy clara al rematar Otero a bocajarro, presagiaba que el partido iba a resultar muy duro tras comenzar mucho más enchufado el equipo local.
El colectivo se mostró muy blando en todas las líneas, desde donde se tiene que presionar en primer lugar, pasando por un centro del campo superado, al igual que lo estuvo la retaguardia con dos puntas, Djurdjevic y Otero, que trajeron en jaque a la zaga.
La conclusión es que el Sporting anotó tres dianas en los primeros 45 minutos, que bien pudieron ser más en ese tiempo, una goleada más amplia que se encargó de evitar el meta Luis López con sus intervenciones.
En la segunda mitad, mejoró y se prodigó en efectuar un mayor número de acercamientos, si bien la mayoría de ellos finalizaban de manera muy inocente en las manos del cancerbero Rubén Yáñez. Eso, o el guardameta los desbarató como sucedió con el disparo de Carlos Martín en la recta final.
No hubo, a diferencia del encuentro anterior, efectividad. Basta ceñirse a los datos que arrojó el desarrolló del envite para corroborar que el Mirandés disparó mucho más a puerta que su adversario, lanzó más tiros y botó más saques de esquina, pero el marcador acabó con tres goles en contra y ninguno a favor.
Las cifras oficiales revelan que los de Miguel Ángel Ramírez ejecutaron doce remates, por un total de 22 los mirandesistas. En cuanto a los tiros a puerta, por parte de los de casa fueron siete y once, los que contabilizaron los futbolistas de Lisci. Respecto a los córners, 7 sacó el bando sportinguista y 11 el Mirandés; pero sin premio alguno.
Generó en la segunda mitad
Queda claro que el cuadro jabato generó más que su oponente, pero no sirvió para obtener un resultado positivo. Todo lo contrario que ocurrió el lunes anterior. Las sensaciones fueron distintas, así como los números.
Si en la goleada favorable se destacaban las individualidades y la capacidad de desborde de algunos efectivos, todos ellos con hambre por marcar y reivindicarse en categoría profesional, nueva para muchos, al revés sucedió este pasado fin de semana, cuando en la derrota se echó en falta más trabajo colectivo y un menor deseo de lucimiento personal.
Son las dos caras ya conocidas, de temporadas atrás, de un Mirandés muy joven, que reúne todas las virtudes y todos los defectos que acumulan estas plantillas, sobre todo en los tramos iniciales de cada campaña. Capaces de ganar en su terreno de juego con solvencia por 4-0 o de perder menos de una semana después por 3-0 a domicilio. Capaces, en definitiva, de lo mejor y de lo peor.
La siguiente fecha del calendario sitúa al Mirandés en su hábitat natural, nada menos que frente al descendido Espanyol. Será este próximo domingo en Anduva a partir de las 19.30 horas. Un duro escollo, el máximo favorito para regresar a la élite, con el fin de comprobar cuál de las dos caras es la que propone el equipo de Lisci en la tercera jornada.
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El Diario Montañés
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